| | Amir Thaleb Life.com | ¡Pero que lo parió! ¡Cuánto que costo! Llevó quince años de pareja, dos separaciones y obviamente dos reincidencias y siempre con la misma persona. A quien le agradezco todos estos años de compañía codo a codo. Quien me ayudó mucho en este encuentro entre los dos Amires. Cuando nos conocimos yo no sabía separar esto de ser artista por un lado y persona por el otro, y mucho menos, ser los dos en una. Dicho de otra manera, no sabía bien esto de discriminar mejor los espacios y correrme de lugar, en pareja pude aprenderlo, solo no lo hubiera logrado, quizás…
Aprendí a compartir y a no tener que decidir todo yo solo, la carga es más liviana y casi insignificante. La relación de pareja te enfrenta a tus miserias, a lo no resuelto de tu vida, por eso se produce tanto conflicto. Nos hace ver todo aquello que no queremos, los conflictos salen a flor de piel, se convierte en el espejo de todo aquello que no aceptamos y nos disgusta de nosotros, y si querés seguir adelante no te queda otra que resolverlos o quizás, manejarlos desde un lugar más sabio. Siempre pretendemos que el otro cambie por nosotros y no es un clisé, es una realidad, pero si queremos cambios, nosotros debemos cambiar, debemos asumirnos. En definitiva, el amor está ligado a la madurez, y ser una persona madura no significa cumplir años, sino lisa y llanamente es “hacerse |
|
| Transitar el camino del amor... | cargo de uno mismo” con todo lo que eso implica. Esto no lo aprendí a los treinta años, lo aprendí ahora a los cuarenta y cinco. Y sé con certeza que si todos aprendiéramos a hacernos cargo de lo propio, haríamos un mundo más cómodo y relajado, o por lo menos, viviríamos en una sociedad más adulta y segura. Eso tiene que ver con el amor. El amor no es soñar con príncipes azules ni princesas encantadas, no existen al igual que los reyes magos, solo existimos seres de carne y hueso, con historias de vida diferentes y que nos pasan cosas diferentes. El amor es aceptar nuestra propia humanidad con nuestras imperfecciones, solo así podemos aceptar las del otro. Ese es el camino del amor. Solo de las pruebas y del error de las imperfecciones se puede construir algo más positivo y valioso.
Siempre recuerdo dos diálogos de películas que me quedaron muy grabadas en la mente:
Una es cuando el marido mientras prepara su maleta para irse, le pide a la mujer que lo perdone, pero no por irse sino por haberse quedado tanto tiempo.
Y la otra es cuando la mujer le hace una lista interminable de todas esas cosas que ella esperaba del otro, y él –cuando ella termina de hablar– le dice frescamente: “¿Quién te hizo creer que vos te merecés todo eso…?” | | |
|
| |
