A mi entender, la vida es una sucesión continua de círculos que se abren y que se cierran, determinando ciclos, etapas, situaciones, períodos; a veces el pasar de uno a otro trae consigo duelos, dolores y hasta incluso, algunas alegrías.
Transcurría el año 1993, hacía apenas no más de un año y pico que estaba de vuelta en Buenos Aires, luego de haber vivido en México. Iba cayendo en la cuenta de que durante mi ausencia la vida había continuado y muchas cosas habían cambiado en Argentina. Aunque no sólo en mi país, sino además –y principalmente– dentro de mí.
Fuera de toda noción política, con la llegada a la presidencia de Carlos Menen se produjo un antes y un después en la vida cotidiana en nuestro país. Todo comenzó a modernizarse vertiginosamente. Todo comenzó a cambiar, inclusive los valores y los códigos de la gente. La llegada del fax y de Internet marcó nuevas pautas en la comunicación humana.
Me encontraba pronto a cumplir treinta años. Cambio de década: una linda crisis se avecinaba. Las crisis en mi vida siempre fueron la señal del paso de un círculo a otro. Si bien esperaba con ansias la llegada de mis treinta, puesto que me significaban la adultez que tanto anhelaba, aun así no logré |