| | Amir Thaleb Life.com | Al regresar a mi tierra fue como si de repente los planetas que regían mi vida hubiesen comenzado a girar en forma diferente. Muchos, por el hecho de haber obtenido cierto reconocimiento en un país árabe, comenzaban a mirarme desde otro ángulo y con cierto respeto. Ya no era lo mismo: “Él había estado allá y lo aplaudieron, lo elogiaron”. Esto hacía cambiar sobremanera la visión acerca de Amir Thaleb.
En un principio me costó bastante volver a adaptarme: las orquestas no sonaban de la misma manera, los olores no eran los mismos, incluso el Carolina Herrera –que había usado durante todo el viaje– no olía igual. Como decimos en Argentina, el viaje me había partido la cabeza. El hecho de viajar por el mundo te abre la cabeza de una manera sin igual, ya no tenés la misma mentalidad, ya no ves las cosas de misma forma. En algunos casos, para mejor y en otros, para peor; aprendés a
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| Un nuevo camino estaba por gestarse... | aceptar muchas cosas de tu país, pero otras te gustaría que fuesen como aquí o como allá.
Haber vivido cinco años en México y haberme probado en Egipto me daban otro vuelo. Un vuelo que comenzaban a percibir algunos, y luego otros, y después muchos más. Así fue como fui ganando mis primeros adeptos.
Recibía llamados telefónicos de gente que quería que le diese clases, empezaron a caer invitaciones para bailar en las fiestas más importantes de la colectividad. Algo estaba moviéndose de manera diferente y abriendo una puerta sin que yo me diera cuenta. Un poco parecido a lo que yo había proyectado.
Comencé aceptando alumnos en mi departamento, de a dos, de a tres. Les daba clases privadas como un pasatiempo nada más, como un dinero extra. “Porque la enseñanza sería algo para cuando fuese más viejo y ya no bailara más”, eso pensaba yo. En muy poco tiempo, tuve más de veinte alumnos.
No obstante, llevaba una historia previa en la enseñanza. Había comenzado en Mar del Plata y luego en la casa de mis padres, en Buenos Aires, pero había sido algo que corté al momento de | | |
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