|
Amir Thaleb Life.com |
Y con el tiempo, comprendí cuánta verdad había detrás de cada una de sus
palabras, ya que me di cuenta qué poco la gente valora eso, e incluso,
muchas veces qué poco lo valoramos en nosotros mismos, ya que creemos que es
algo normal hacerlo y hasta diría casi obligatorio, y ver que los demás no son
así. Es muy poca la gente que en verdad te tiende una mesa, pocos los que
realmente se toman el tiempo en cocinarte y dedicarte un tiempo. Y, cansado
ya de escuchar el famoso cuento de: “Ay, cocinas tan bien que yo por eso no
te invito, porque no puedo igualarte” o “Con lo que vos cocinas, a mí me
da vergüenza invitarte”, a partir de haber comprendido y de empezar a
valorar cada minuto, cada hora que me he pasado metido en la cocina, le corté el
chorro a un montón de gente y la verdad es que hoy si no me invitan, no invito.
Y como dice mi madre: “Basta de ser la esclava estúpida de los demás...”
No se trata de que te hagan caviar o los mejores manjares, a veces una simple
hamburguesa hecha o hasta quizás comprada con amor, vale más que el mejor
champagne del mundo. Eso lo aprendí mucho de la gente humilde, que poco tienen y
mucho lo comparten. |
|
|
De vuelta a
casa |
Paulatinamente, fui aprendiendo nuevos valores y prestando más
atención a mi persona. Siempre he sido muy confiado y he abierto demasiado
las puertas de mi casa a demasiada gente, entonces aprendí que, mi hogar, mi
casa, es mi refugio, es mi altar más sagrado. Evitando aquella melange
donde se mezcla la amistad con el trabajo, los amigotes casuales con los amigos
de verdad. Esa forma me ha hecho pagar duros y costosísimos precios en la vida.
Ha sido otra gran lección que tuve que aprender, no sin pagar costos muy altos.
Aferrado a mi metafísica, transitando un nuevo camino que me condujera
nuevamente a mi mismo, seguí andando entre los debatires entre ser un
bailarín y ser una persona. |
|
Continúa... |
|
| |