| | Amir Thaleb Life.com | una barra.
En aquella época, yo era muy amigo de varios integrantes de la familia Helou que tenían casa de tejidos en la Avenida Scalabrini Ortiz, en plena zona árabe de Buenos Aires.
Salim Helou, tío de Vero, y su esposa eran fervientes seguidores míos, a pesar de lo poco que yo representaba en aquella época. Salim desde el primer día en que decidí hacer mis espectáculos teatrales, siempre ponía publicidad de su negocio en el programa de mano del teatro y me compraba diez entradas, que luego regalaba a sus parientes y amigos. Además, Salim siempre me incentivaba a que siguiera adelante, aun cuando sólo iban unas cincuenta personas a verme en un teatro de seiscientas localidades. Y así, él y su familia me seguían año tras año en cada uno de los teatros en los que probaba suerte.
Había una tía de Vero que siempre que me veía me decía: “Vos tenés que agarrar a mi sobrina y enseñarle a bailar árabe, tiene unos ojos, tiene el cuerpo para eso, sigue en esa escuela aburrida de ballet y ella tiene que bailar con vos…”. Cada vez que me veía me repetía lo mismo y yo no tenía ni idea quien era su sobrina. Tanto me insistió que un día le | | |
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| Saida y yo... | dije: “Bueno, dile que me llame y probamos a ver que pasa”. Y así quedó esa historia…
| Un día, estando en mi clase de ballet, repentinamente sentí una explosión en el piso, volteo y veo que una chica –en la que nunca había reparado antes– había caído desplomada en el piso. Nadie se dio por aludido y la clase continuó. Mientras seguíamos bailando, yo veía que esa chica estaba dolorida sentada en un rincón de la clase. No me parecía correcto lo que estaba ocurriendo y corrí a mi bolso, saqué una crema para golpes musculares, me acerqué a ella y le dije: “¿Estás bien?”, le |  |  | di la crema y traté de hacerle un masaje. Ella me sonrió y me dijo que sí, que no me preocupara. Su mirada y su sonrisa me habían encantado, pero me desencantaba la indiferencia de los otros y en especial la del maestro. Ahí descubrí que ella era la | | |
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