Y pasaron quince días, seis meses, un año y cuando me quise acordar, fueron cinco años vividos plenamente en mi querida Ciudad de México.
Los días transcurrían plenamente abocado a mis shows. El éxito me acompañaba en cada uno de ellos. No había duda que yo era la atracción más fuerte de Adonis en aquel momento. Mi vida pasaba entre el gimnasio, la manicura, sol y playa en Acapulco y los largos shows que

realizaba sobre el escenario de Adonis. (Digo manicura, porque justamente una de las cosas que más me sorprendieron de ese país, fue ver que hasta los mozos o meseros, como ellos dicen, tenían impecables las uñas de las manos y yo siempre tuve la mala costumbre de comérmelas, así que había quedado traumado al comparar sus manos con las mías).